El grupo terrorista, aunque estaba en decadencia, mantenía la capacidad para hacer mucho daño. Aquél jueves, secuestraron a un concejal de pueblo. Un chaval jovencito, que nunca había hecho daño a nadie. Plantearon un ultimátum imposible al Estado, con la vida del secuestrado sobre la mesa. Era un órdago tan brutal, que ninguno nos llegamos a creer que fueran capaces de cumplir su amenaza. Cuando a las cuarenta y ocho horas, descubrieron el cadáver del concejal, todos quedamos horrorizados por la brutalidad del asesinato. Fue un ejemplo de crueldad extrema, sin sentido.
Pero cuando las autoridades fueron a recoger el cuerpo de la víctima, semi enterrado entre la maleza, los jueces del Tribunal Supremo dijeron: "¿Quietos! ¿A dónde vais? Dejadlo ahí, que no es conveniente escarbar en las heridas."
Y ahí siguen sus restos, tirados en el monte como los de un animal.
Pero cuando las autoridades fueron a recoger el cuerpo de la víctima, semi enterrado entre la maleza, los jueces del Tribunal Supremo dijeron: "¿Quietos! ¿A dónde vais? Dejadlo ahí, que no es conveniente escarbar en las heridas."
Y ahí siguen sus restos, tirados en el monte como los de un animal.