sábado, 27 de diciembre de 2008

Pedestal vacío


La película era en color. La realidad era en blanco y negro.


Y hacía más frío por arriba, y teníamos que llevar verdugos. Y hacía más calor por abajo, y teníamos que llevar pantalones cortos hasta en enero. Nadie nos advirtió, pero lo entendimos solitos: Podíamos jugar con la estatua de Velarde, y hasta con la de Concha Espina. Podíamos hasta tirarles piedras. Pero a la del burro no.


Yo todavía no iba al colegio, por lo que no había cumplido ni los cuatro años. Estábamos en los jardines de Pereda, y me perdí. Cuando sonaron los tiros, todo fue un revoloteo de faldas, buscando al niño perdido. No aparecí en el templo. Me encontraron entre un grupo de grises y una manifestación de obreros en huelga. Todavía hoy, no sé quién recibió las balas.


Vivíamos cerca de una comisaría de grises. Tardé en entender por qué mi padre, cuando pasaba delante del poli de guardia, cambiaba de tema de conversación, de forma absurda. Y eso que era conservador.


Ya conté en otro lado la historia de Melchor. Cuando no bebía, era muy simpático, y se tomaba su ceguera con mucho humor: “Ya te daré el cambio cuando te vea”, decía entre grandes risotadas.


La directora de mi colegio no era muy franquista. No era demasiado franquista. Nunca nos hizo comprar el libro de Formación del Espíritu Nacional. En cambio, todos los días de mayo, cantábamos himnos a la Virgen María en el patio. Los lunes, a la hora de entrar a clase, el bedel del colegio afilaba una flexible vara de avellano junto a la entrada. Por si, el fin de semana, se nos había olvidado para qué servía.


Todas mis compañeras de colegio querían ser monjas. Menos una. Vestía faldas hippies, y decían que no vivía con su padre, sino solo con su madre. Tenía una mirada triste. No era popular. Pero era la más guapa.


Las películas eran en color. Era la realidad la que era en blanco y negro.

4 comentarios:

Fet dijo...

Y olía a naftalina.

RGAlmazán dijo...

Bonito relato, real como la vida hace cuarenta años. Digno de El abuelo Cebolleta

Salud y República

J. G Centeno dijo...

Era inteligente la mirada del animal, que se distinguía así del jinete

UN LUGAR DONDE RESISTIR dijo...

Da miedo pensar que hace poco esa era la realidad de este país, me siento afortunada por no haber pasado por todo eso.
Saludos

Pero no acompañó a Eduardo

Pero no acompañó a Eduardo