Antes de que J M Serrat, en una tarea que la honra, y que repetiría años después, con un formidable disco con letras de Miguel Hernández, le pusiera de moda, Don Antonio había conseguido, a codazos, abrirse paso entre la censura franquista, que le había negado el pan y la sal. Recuerdo un libro de F.E.N. y este poema: Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel se representa a Caín fugitivo, y muerto Abel, junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco truena el maestro, un anciano mal vestido, enjuto y seco, que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil va cantando la lección: «mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales estudian. Monotonía de la lluvia en los cristales.
Y me transporté, sin querer, a esa escuela, y sentí la tarde plomiza. ¡Que grande será siempre Don Antonio! E inmortal, que no se olvide.
El plena Revolución Francesa, me escoré a la izquierda, y me cortaron la cabeza. A pesar de este molesto incidente, tengo un sombrero de la hostia y vosotros no. Y me lo acabaré comiendo.
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7 comentarios:
Ya lo decía él ... "se hace camino al andar... y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar"...
El nunca sera viejo, permanece inalterable en nuestra mente y joven en nuestro corazon, esa es su victoria, y la derrota de otros.
Un abrazo
Antes de que J M Serrat, en una tarea que la honra, y que repetiría años después, con un formidable disco con letras de Miguel Hernández, le pusiera de moda, Don Antonio había conseguido, a codazos, abrirse paso entre la censura franquista, que le había negado el pan y la sal.
Recuerdo un libro de F.E.N. y este poema:
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.
Y me transporté, sin querer, a esa escuela, y sentí la tarde plomiza.
¡Que grande será siempre Don Antonio!
E inmortal, que no se olvide.
Ha sido usted galardonado con el premio Limonada, si es tan amable pásese mañana, día 24, por mi blog Acero bolchevique
Moriría solo, pero el peor de los castigos que tienen que aguntar aquellos que pretendieron apagar su voz es la inmortalidad de su poesía.
DON ANTONIO, así, con mayusculas.
en el buen sentido de la palabra, bueno
un abrazo
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