Somos un país de forofos. El que no es del Real Madrid, es del Barça, y algunos somos del Atleti. Y nos da igual lo que hagan o deshagan, porque seremos fieles a ellos hasta la muerte.
Pillarán a nuestros políticos con la mano en la caja, y les justificaremos, les encubriremos y les volveremos a votar. Nos subirán impuestos a los pobres y se los volverán a bajar a los ricos, si tal cosa aún es posible, y les sacaremos a hombros, porque son de los nuestros.
¿Cuánto tiempo tardaron los votantes del PSOE en darse cuenta que la gestión de Felipe González era insostenible? ¿Cuánto tardarán los votantes del PP en descubrir que Camps, Aguirre, Bárcenas, y otros de sus “amiguitos del alma”, son unos chorizos?
Y esto nos desarma como ciudadanos y como votantes, porque dejan de tenernos miedo. Perdemos, o mejor, renunciamos a la última arma del votante: el poder del voto. Están libres para hacer lo que deseen, porque avisamos de antemano que no vamos a castigarles por su gestión.
Un amigo muy de derechas odia a Gallardón. Odia el sistema de control de aparcamientos, odia la tasa de recogida de basura, odia incluso su supuesto centrismo, odia los pufos en la concesión de licencias, odia la suciedad de Madrid, y sus obras sin sentido. Pero nada de esto influirá en su voto. Volverá a coger la papeleta del PP en las próximas elecciones municipales. Y esto Gallardón lo sabe, y le permite actuar con total impunidad.