Reproduzco un texto sencillo cargado de sentido común.
El asunto de la Memoria Histórica no se entiende muy bien fuera de nuestras fronteras, a parte de que ningún país lo llama así. Los países que han pasado este trámite, o que aún lo están pasando con total normalidad, no comprenden el revuelo que están organizando algunos con eso, tan humano, de recuperar los huesos de un familiar para llevarlos al cementerio.
Fuera de España, el tema está más que superado, y se lleva haciendo años, sin tanto aspaviento y sin tanto pique judicial por ver quién manda más. Se lo han tomado de una forma más caritativa y menos política.
Hombre, bien es cierto que los militares golpistas en Argentina no querían que se buscaran los huesos de desaparecidos porque se les vería el plumero, ni a los fieles del sanguinario Pinochet les gustó que las familias recuperaran los huesos de los asesinados. Pero quizá sea conveniente dejar de mirarnos el ombligo, y saber que no hemos inventado nada.
Mejor ir a los ejemplos: Estados Unidos, aún hoy, está recuperando restos de sus caídos en Vietnam, y hay un departamento del Pentágono buscando y rebuscando en fosas y analizando esos restos para devolverlos a los familiares. Cada dos por tres se realizan entierros con todos los honores en el cementerio de Arlington, para dar sepultura a estadounidenses muertos hace cuarenta años. Nadie ha dicho en Estados Unidos que se deje de remover la memoria.
En Alemania, hay varias asociaciones, apoyadas por el estado, para abrir fosas por toda Europa. Los que se pueden identificar, se devuelven a las familias en Alemania, si así lo quieren. Y si no, se instalan cementerios con sus cruces y sus lápidas, para que los descendientes tengan un punto de referencia de dónde están sus muertos. Nadie en Alemania ha dicho que se deje de remover la memoria.
En Argentina, hay equipos multidisciplinares abriendo fosas con víctimas de la dictadura militar, para identificar los huesos y entregarlos a las familias. Nadie en Argentina ha dicho que se deje de remover la memoria. Nadie, salvo los militares autores de las matanzas. Son ellos los que dicen eso de: “Dejad a los muertos en paz”.
En Chile sucede tres cuartos de lo mismo. Y en Guatemala, donde se están abriendo fosas de mayas asesinados por los militares. Y en Bosnia-Herzegovina, y en Perú, y el Bolivia. ¿Que el asunto es incómodo? Sin duda. Pero ponerse una venda en los ojos, e imponer que se la pongan las familias afectadas, no hace ningún bien. Muy al contrario: Mantiene la herida abierta.
Algunos dicen que las heridas de la guerra se abren por recuperar a los muertos, pero como no han hablado con los afectados, la mayor parte muy ancianos, no les han oído decir que la herida nunca se había cerrado. Llevaba sin cicatrizar casi setenta años. Curiosamente, en cuanto ponen la lápida en el cementerio, dicen que la herida desaparece. No habría que dudar de sus palabras, porque coinciden todos los que lo han hecho hasta ahora, y son unos cuantos miles. Además, no se entiende esta pelotera contra las exhumaciones: Cuando durante el gobierno de José Mª Aznar, el Congreso aprobó ciento y pico mil euros para exhumar a los enterrados de la División Azul, y traerlos a España, nadie dijo ni mú. Nadie dijo a las familias que dejaran a sus muertos en Rusia.
Hay mucho desmemoriado con esto de la memoria histórica.
Nieves Concostrina, Radio 5, Todo Noticias.(Transcrito por Gracchus Babeuf, inspirado en El Valín, donde se oye el corte original.).
5 comentarios:
Gracias don gracchus.
Recuerdo las palabras de un amigo hace un par de dias,"aqui no se rinde nadie".
Has predicado con el ejemplo.
Un saludo inmenso
Está lleno de sentido común, efectivamente
Solo hay que tener una pizca de humanidad a estas alturas. Pero es demasiado pedir a quien carece de ella.
Aqui lo que ocurre es sencillamente que les jode que se saquen "sus" verguenzas. Debe ser muy duro para algunos reconocer algunas "hazañas" que hicieron sus abuelos con mujeres y niños.
El problema es que aquí prevalece la memoria histórica de los vencedores. Ya se encargaron muy mucho de honrar a los suyos, tanto en tiempos de Franco como en democracia.
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